Victimas CeutaÉrase una vez el final de las colonias imperiales. Después de muchas luchas de liberación  nacional  las comunidades originarias y las mestizas expulsaron a los dueños de las metrópolis, a los opresores de las banderas, mediante alianzas vencedoras que posteriormente no posibilitaron otro reparto de las riquezas ni mundos nuevos en los que el buen vivir fuera garantía. Pero las comunidades no se detuvieron.

Las elites mundiales son un camaleón terrible capaz de amar todas las banderas y de hacer ver cínicamente que incluso ama la democracia. Para mantener su posición privilegiada, el camaleón asumió que las colonias debían acabar y glosó los versos más emocionantes mientras maquinaba como continuar con la dominación. Como si de un artista se tratase, pensaba formas y colores en las que el mercado y los carros militares campasen a sus anchas. El camaleón dibujó una nueva estética postcolonial que nada sabe de imperialismos, y que pinta con sangre y sufrimiento paisajes de destrucción innecesaria. Mientras, las elites hacían famosa la palabra neoliberalismo bombardeando las ciudades más estratégicas para imponerlo, y robaban tesoros más allá de lo que ninguna avaricia pueda imaginar, las resistencias se ponían en contacto y comenzaban a crear los mapas del presente con los cuales reorientarse para habitar un mundo nuevo, al que podemos llamar aldea global.

La primera función de la resistencia consiste en inventar sensibilidades nuevas. Para hacer frente a las dominaciones de raza, clase y género solamente se puede pensar en practicar vidas no fascistas que se expresen como revoluciones, como temblores a la búsqueda del respeto por todas y cada una de las personas que vivimos en trocitos de la aldea que son a la vez metrópolis y colonia, en cada sitio de manera diferenciada, con matices grandes y pequeños. La búsqueda de un horizonte alcanzable, que sume los deseos de dignidad que laten en los corazones de quienes conocemos la palabra respeto, es la emoción que subyace a la sensibilidad de la resistencia y que ésta siempre quiere movilizar.

Cada vez que una persona migrante atraviesa las barreras de hilos electrificados, los desiertos inhóspitos y los mares feroces que separan territorios mundiales, está dando un paso adelante en la construcción de una comunidad que reivindica la deserción y el derecho de resistencia ante de uno de los frentes más pesados del régimen de guerra global permanente: el sistema de fronteras.

Las fronteras se combaten atravesándolas, agujereándolas, rodeándolas y derribándolas. Ya no hay continentes opresores, o metrópolis opresoras, solamente hay posiciones de fuerza y repartos desiguales en un imperio capitalista unificado al que atravesar, agujerear, rodear y derribar. La lucha por el estatus de ciudadanía global es una de las actitudes políticas comunes a priorizar, independientemente de la mayor o menor comodidad con la que hoy las fronteras nos atraviesen o con la que atravesemos nosotras las fronteras.
Quienes quieran participar en la construcción de un cayuco volador que esquive los disparos militares y en el que quepamos todas las personas del mundo, quitando por supuesto a fascistas neoliberales o de cualquier otro tipo, tienen la invitación para cooperar y juntar todos sus saberes de ingeniería imaginaria rebelde.

frontera_ceuta_eltarajalAquí, en Europa, Planeta Tierra, vemos proliferar la mancha de los centros de internamiento. Como si de la radiografía de un cuerpo enfermo se tratase, el mapa continental muestra los centros de internamiento como una dolencia. Los centros de internamiento son prisiones étnicas en las que las personas que están encerradas dentro no han cometido otro crimen que el de ejercer su derecho a elegir el lugar donde quieren vivir. Estas personas esperan el castigo de ser retornadas a su país de origen en contra de sus voluntades. Han sido capturadas en controles racistas debido a sus apariencias, a sus rasgos característicos o a las actividades de venta ambulante -del tipo que sea- a las que han podido tener acceso para ganarse la vida, debido a su condición de extrema precariedad que les deja fuera de la carta de derechos mínimos.

Los centros de internamiento, las redadas racistas y los disparos en las fronteras militarizadas dan forma al dispositivo que nos permite experimentar la vergüenza ajena hacia su funcionamiento y hacia las personas y los poderes que quieren mantenerlo.

2014020812540430084Este dispositivo odioso nos enseña que la vergüenza ajena es también una militancia.

Primero los acribillan. Luego muestran el vídeo que demuestra que la culpa la tienen quienes intentaron cruzar. No se nos ocurren palabras de repugnancia que estén a la altura de los hechos. Las tenemos que inventar.

Para ser ingeniera o ingeniero imaginario rebelde hay que sentir e intentar transmitir el deseo de montar una empresa anticapitalista de demoliciones. La ingeniera y el ingeniero en cuestión saben que necesitan de comunidades mestizas para demoler instituciones abyectas. Para ello, la ciencia de la ingeniería rebelde piensa en cómo puede contribuir a nuevas cotidianidades que permitan ser, tomando palabras del poeta, “la distancia entre dos puntos“. Los ingenieros y las ingenieras rebeldes viven el amor y el odio como caminos no trazados a priori. Son caminantes que saben que no hay camino y que el camino se hace al andar, son, por lo tanto, ingenieros e ingenieras de caminos, de puentes y de comunidades revolucionarias que tienen muy claro que el destino de los centros de internamiento y de las fronteras es el polvo. Es justo derribarlos.

La ingeniería imaginaria rebelde es una ciencia nómada. Las personas nómadas sabemos que el devenir es una boda entre dos reinos, pero como no soportamos a reyes de ningún tipo solamente nos casamos con quienes no tienen papeles y han demostrado con sus sentimientos de amor y de odio que compartimos la sensibilidad de un mundo nuevo que ya existe porque lo estamos construyendo. Esa sensibilidad es nuestro reino y no pararemos hasta conquistarlo con bodas, fiestas, solidaridades, fugas, manifestaciones, cooperaciones e invenciones del día a día que hablen lenguajes nuevos que aún no conocemos. Hacemos escuelas de idiomas, buscamos abogadas y abogados para defender las injusticias, follamos, cuidamos, erramos, repensamos y, cada vez que lo vemos oportuno, ensayamos la obra de desmontaje y de derribo.

Devenires negros, orientales e indígenas, devenires mujer, devenires banlieue. La relación entre los devenires, los destornilladores, las escaleras, los megáfonos y los cayucos es clara: ¡abajo los muros de las fronteras!

Tenemos hermanos y hermanas en Latinoamérica, en Europa, en Estados Unidos, en Oceanía, en África, en los Orientes, en los pueblos, en los centros de las ciudades y en los suburbios. Tenemos hermanos y hermanas en todo el mundo para continuar con el desmontaje del mundo postcolonial y para construir entre todas las personas que “post” signifique final. Final del cuento que da inicio a este escrito, y no tan sólo después. Final del racismo institucional global e inicio del mundo en el que podamos elegir libremente el lugar donde queremos vivir.

Una vez oímos decir a un palestino que el deseo de dignidad es imparable. Solamente añadiremos al comentario que si la dignidad no tiene fin, las personas migrantes conquistamos y conquistaremos, cada día, el infinito.

Este manifiesto es un homenaje a quienes perdieron la vida en el intento de cruzar al otro lado. Nadie es una raya en el mar ni un grano de arena en el desierto. Entre todas lo demostramos cada día haciendo de su sueño una pasión política que continúa viviendo.

Sí se puede,
sí se puede,
sí podemos.

¡Abajo los muros de las fronteras!

Por Ingenieras imaginarias rebeldes

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